Estar en contacto con la naturaleza es uno de los privilegios más grandes que el ser humano tiene, sobre todo para aquellos que vivimos en la cuidad, inmersos entre edificios, calles y vehículos y que trabajamos entre cuatro paredes, con un sin fin de aparatos electrónicos a nuestro alrededor. El poder salir de este mecanizado ambiente significa una renovación interior. Sentir, palpar y gozar de la naturaleza, del sol, el viento y el mar es una maravilla y Ecuador es un país afortunado que cuenta con un sinnúmero de lugares donde poder hacerlo y a poca distancia.
Por el paso de la Corriente del Niño sucedían eventos extraordinarios pero cuando escuchamos que en Machalilla se podía observar el apareo de las ballenas, nos pareció algo insólito, con el espíritu aventurero y deseosos de naturaleza, esta noticia no pasó desapercibida y fue así que nos sugirieron alquilar una barca y lanzarnos a la mar para llegar a la Isla de la Plata. Un amigo suizo no alcazaba comprender nuestra osadía de embarcarnos en una barca sin salvavidas, sin doble motor, sin ninguna seguridad y con un «capitán» sin gorra ni uniforme. Pero le convencimos con la ingenuidad criolla que nos caracteriza a los ecuatorianos, que siempre hemos disfrutado de esta manera de la vida.
El viaje en la barca fue una delicia, sentir la brisa marina, los rayos de sol bañando nuestros cuerpos, las olas nos hacían viajar como en una montaña rusa con el agua salada salpicando y refrescándonos del
calor, muy superior a Splash Mountain.
Grande fue nuestro asombro cuando a lo lejos divisamos un chapoteo que según nuestro capitán debían ser las ballenas. Lentamente, nos aproximábamos cuando de pronto vimos dos triángulos negros gigantes que se sumergían. Sin poder contener nuestro entusiasmo gritamos: «Vamos más cerca, vamos más cerca, mientras nuestro amigo extranjero decía «¿No será peligroso?».
Nuestro capitán nos complació y como en el cuento de Pinocho apareció este increíble mamífero, nos quedamos atónitos ante tanta hermosura y grandeza. Su tamaño triplicaba al de nuestra barca, nos sentimos en realidad como el famoso muñeco, por suerte nuestro final no fue el mismo.
Luego ya no era una ballena, sino eran dos y luego tres, que se sumergían y emergían en una armoniosa danza, era el mejor ballet al cual habíamos asistido. Es en estos momentos cuando uno alza la vista al cielo y cree firmemente en la existencia de Dios. El hombre con todos sus adelantos científicos no puede ni podrá crear un espectáculo tan impresionante. Observar a estos animales en su hábitat natural es sensacional, aquí uno se da cuenta de lo triste que es verlos en cautiverio así sea en el mejor Sea Aquarium del mundo nada se puede comparar a la libertad.
Retornamos con el espíritu renovado, con una fé más grande en Dios y con una espinita clavada en el alma que nos anunciaba que llegábamos a nuestro propio cautiverio.
Por Dr. María Antonieta Viteri Flores
* Artículo original publicado en Ecuador Business and Commerce, en la edición de septiembre de 1997.
Más info sobre observación de ballenas en la página: ballenas jorobadas